miércoles, 10 de octubre de 2007

Por la salud del vulgo

Mal asunto. A algunos políticos ya les ha entrado el virus de la 'electoralitis', que esta campaña viene prematuro.
Uno de los principales síntomas para diagnosticar esta patología, que no entiende de colores ni ideologías, es la presencia del sujeto infectado en todo tipo de eventos sociales por los que lleva concretamente tres años sin aparecer.
La confirmación de la enfermedad se produce en el momento en que el susodicho paciente comienza a responder a las críticas de la oposición diciendo cosas como: «Son críticas totalmente demagógicas y que responden a motivos electoralistas».
Tanto expertos como inexpertos calculan que este conocido mal, que alcanza altos picos de incidencia aproximadamente cada cuatro años, puede provocar en los próximos meses nuevos colapsos del servicio de urgencias del Hospital del Bierzo (qué novedad).
A algunos concejales ya ha comenzado a afectarle la epidemia, que se presenta este año peligrosamente contagiosa. Una de las curiosidades de esta dolencia es que los propios enfermos ni siquiera parecen darse cuenta de que la padecen. De hecho, las consecuencias más graves de la 'electoralitis' son las indirectas.Es decir, no las sufren los infectados en cuestión, sino el vulgo del entorno.
Contra esto último no hay nada que hacer, pero existen dos formas de llevarlo. Una, irritándose con cada una de las inauguraciones, contrainauguraciones, promesas, contrapromesas, críticas, contracríticas, insultos, contrainsultos, lo buenos que somos, lo malos que son los otros y milongas en general.
La otra y más recomendable para la salud del vulgo afectado es tomárselo a cachondeo. Esto es fácil si se le coge el tranquillo.Y es que tomarse a risa las promesas y explicaciones de buena parte de los políticos es más fácil incluso que hacer chistes sobre el peinado de Anasagasti. Sólo hay que ponerse.
Lo que sí está casi plenamente confirmado es que la enfermedad de la 'electoralitis' no tiene cura de ninguna de las maneras.
Bueno, parece existir una única esperanza, pero las pruebas realizadas hasta el momento no están desprendiendo los resultados esperados, siempre hay algún rebrote. Una sustancia denominada masa electoral tiene la capacidad de erradicar la enfermedad, ya que cada cierto tiempo suele desprender una especie de toxina llamada voto, donde puede hallarse la ansiada solución. Lo malo (o lo bueno, según se mire) es que el voto, además de la enfermedad, puede incluso llevarse por delante la vidorra de 'marajá' a cuenta de la plebe del enfermo en cuestión. No suena mal, pero habrá que esperar a mayo de 2007 para ver los efectos del nuevo experimento.
EL MUNDO/LACRÓNICA DE LEÓN
Jueves, 4 de mayo de 2006

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