martes, 16 de octubre de 2007

Pisos, por llamarles algo

El otro día vi en la tele un reportaje sobre jóvenes y vivienda. Dos conceptos que en los tiempos que corren podrían ser tan incompatibles como el agua y el aceite. Sobre todo, si al segundo se le añade eso de 'digna'.
En el reportaje aparecía un tipo encantado de la vida por haber podido comprar por poco más de 30 millones de pesetas un piso más viejo que la orilla del río en una tercera planta, sin ascensor y lo que aún es más sorprendente, de 19 metros cuadrados. Sí, si. 19, no me he comido ningún cero, diecinueve. Lo escribo con letra para que no quepa ninguna duda.
El piso en cuestión, por llamarle piso, para compensar todo esto, tenía la ventaja de estar en pleno centro de Madrid. También por llamarle ventaja.
El joven no tenía coche, porque si vivía en el centro de Madrid no lo quería para nada. De todas formas, después de gastarse 30 millones en ese particular chollo, tampoco le quedaban muchas ganas ni opciones de gastarse algún kilín más en el coche y otro tanto en una plaza de garaje en el centro de la capital.
Luego salía otro que había encontrado otra ganga aún mejor. Casi de lujo. Consiguió por también poco más de 30 millones otro habitáculo en el centro de Madrid. Éste era de 30 metros cuadrados. Treinta, treinta. A millón por metro sale redonda la cuenta. Pero es que éste, además tenía que invertir otros cuatro o cinco millones en la reforma, porque el piso estaba que daba asquito.
Suerte que como el colega era ingeniero, albañil o algo así, se lo ha montado muy bien y ha puesto unos altillos que le permiten tener disponibles casi 40 metros cuadrados para vivir y unos huecos en las paredes que le servían de armarios. Todo un lujo, si lo comparamos con el de 19. El de diecinueve.
Después ya estaban los de las 'mansiones'. Gente a la que le ha tocado por sorteo un piso protegido.
Alguno de estos, aunque ya sabían que le había tocado su vivienda, estaba rezando para que no le hubiese correspondido la de tres habitaciones. ¡Ojalá que sólo sea de dos dormitorios! Es que los de tres cuestan algunos eurejos más, que esto de los sorteos de pisos no es como si te toca la lotería. Lo que te toca es pagar el piso. Un poco más barato que en el mercado libre, pero pagar.
A una joven pareja les tocó (pagar) uno. Estaban muy contentos.Lo que pasa que ahora no pueden casarse, porque si se casan, la suma de sus sueldos supera la renta máxima permitida para optar a estas viviendas, a las que llaman sociales.
O sea que por no arriesgarse a perder el piso, estarán condenados a vivir para siempre en la pecaminidad que les puede llevar de cabeza a los infiernos.
Eso, o que uno de los dos deje el trabajo. Ella, que cobraba menos, qué raro.
Pero es que si ella deja el trabajo, la hipoteca, (porque con el piso te toca la hipoteca), en vez de ser a 25 años tendrá que ser a 40. Entonces los intereses serían casi el doble. Entonces, mejor poner la cuota más alta. En vez de 500 euros, 700. Pero entonces, con un sólo sueldo sólo les llega para comer 15 días al mes. Pues entonces ella se tendrá que poner a trabajar. Sin contrato, no vaya a ser que les pillen con una renta que supere el máximo y se queden sin piso.
Líbreme Dios.
Publicado en EL MUNDO/LA CRÓNICA DE LEÓN
Sábado, 11 de noviembre de 2006

1 comentario:

Álex dijo...

Hombre, los dos primeros son directamente imbéciles, la pareja del final viene a ser la (triste) tónica habitual.

Luego vienen ofreciendo viviendas "para jóvenes" a las que puede optar gente con ingresos de seis veces el salario mínimo y se creen que arreglan el problema...