jueves, 24 de abril de 2008

Colgando entre las piernas


Llevan varios días ciertos carcamales cagando por sus bocas auténticas perlas de la talla de ‘niñatas’,‘barbis’ o ‘cachorras’, dirigidas a las ministras del Gobierno. Sobre todo a dos de ellas, a Carme Chacón y a Bibiana Aído, responsables de los ministerios de Defensa y Igualdad respectivamente.
Arden en sí mismos y se consumen en el propio ácido sulfúrico que tienen por sangre al saber que una mujer embarazada va a gestionar las fuerzas armadas.
El más suave ha dicho que Carme Chacón, “no está preparada”.
Lo que no recuerdo es a nadie que pusiera en duda la preparación de Trillo cuando estaba al frente de Defensa. Pero claro, es que Trillo lo tenían todo controlado. Por ejemplo, sabía perfectamente donde estaba Honduras. ¡Viva Honduras!
Al Ministerio de Igualdad, aún embrión, han querido cepillárselo precisamente, muchos de los que vetan el aborto y el derecho de las mujeres de decidir sobre tener o no tener descendencia.
También, de lo más suavecillo que se ha dicho sobre la semilla ministerial ha sido que es “innecesario”.
Sin embargo, a mí se me ocurren varias cosas, por las que es necesario el Ministerio de la Igualdad.
Porque vivimos en un país en el que todavía hay empresas que echan a las empleadas que se quedan embarazadas.
Porque vivimos en un país en el que damos por echo que quien va a venir a limpiar la oficina es ‘la señora de la limpieza’ o que cuando llegan un chico y una chica a atender a los heridos en un accidente, él es el médico y ella la enfermera.
En un país en el que cuando salen en los periódicos fotos sobre consejos de administración de entidades varias o reuniones empresariales, sólo hay cuarentones o cincuentones panzudos y calvos.
En un país en el que los anuncios de detergentes los siguen haciendo las mamás y las abuelas y en el que todavía se oyen en los corrillos de los pueblos cuando salen conversaciones de estas, cosas como ‘Qué más queréis, si hasta los platos ya os los lava una máquina’.
La igualdad no consiste en que las mujeres se parezcan a los hombres, sino en estar en una situación de igualdad ante cualquier tipo de derechos y oportunidades.
Yo no que quiero ser igual que nadie. Ni mejor que nadie. Pero sí tener las mismas garantías que cualquier otro ante una misma situación.
O de verdad alguien cree que tengo yo ganas de que me cuelgue algo entre las piernas, de ser igual que alguno de esos que se replantean la valía de sus empleadas cuando se quedan embarazadas, de parecerme a los que dan por hecho que la ‘señora’ de la limpieza dejará la oficina como los chorros, a los que preferirían que ella hubiera sido la enfermera y él el doctor, a los panzones calvos, a alguno de los guionistas que elaboran esos anuncios de detergentes o a quien les da el visto bueno a sus guiones o a alguno de los que son capaces de decir cosas como lo de los platos.
¿Alguien cree que alguna mujer quiere ser igual que alguno de esos? Yo al menos no, gracias.

4 comentarios:

vilarego2000 dijo...

Sobre la chacón, no es su sexo o su género la que la inhabilita para ministra de Defensa Nacional (léase aún nacional española) sino su incompetencia y falta de experiencia; Su antiespañolismo declarado (Jo soc rubianes, Catalunya es una nació, proseparatista de Québec entre otros y pacifista roja por dentro (declaraciones de ella)
Aún así debe juzgarse por su trabajo, que hasta ahora se reduce a prohibir Internet en los cuarteles, reducir efectivos en Ceuta Melilla y Canarias (Africa para los africanos (léase el primo real de Marruecos que las incluye en sus mapas oficiales, delante de zp). ¿Queda claro señora que la cuota, la imagen impactante, la discr positiva no vale en el ejército de la defensa de la nacion ESpañola en la que no cree para nada la niña de Felipe ni su padre actual zp?

mariam dijo...

Creo que hay muchos prejuicios y que han empezado a disparar muy pronto, habrá que esperar a ver los resultados. Si Carmen Chacón aceptó el ministerio ya sabía a lo que se atenía al tratar estos temas de honor y de militares y no creo que sea tonta. Creer que es una dinamitera del ejercito y de la patria me parece ir un mucho lejos.
Que haya esas mujeres en el gobierno tendría que ser un signo de normalidad no de todo lo contrario. Quede claro que no por ser mujeres son mejores que los hombres pero tampoco al contrario y habrá que darles el beneficio de la duda como a todos los otros sin filias ni fobias exacerbadas.

Anónimo dijo...

A la chacón le crecen los pistilos
Y el odio hacia el erecto sus voceras
Pues no pudiendo hacer de sementeras
Les crecen cuernos como verticilos.

Sus soldadas tan monas con mandiles
Con cofias y corolas delanteras
Meneando caderas en literas
Manejando palitos cual fusiles

Son estériles dianas de disparos
De potentes soldados bien armados.
Mientras algunas diosas capadoras

Disparan dardos bien envenenados
Loadas por homófilos ignaros
Desde filas homófobas traidoras.

Anónimo dijo...

Para nuestros gobernantes los católicos integristas están haciendo una insoportable demagogia con la cifra de los cien mil abortos anuales. Para ellos se trata simplemente de cien mil «interrupciones voluntarias del embarazo», esto es, cien mil actos llevados a cabo conscientemente por cien mil mujeres libres, dueñas de sus propios cuerpos y dueñas, a su vez, de los cien mil seres a cuyas vidas ponen fin. Para nuestros gobernantes, y para la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, el escándalo desaparecerá y la criminalización de las abortistas terminará cuando nadie pueda encontrar culpabilidades en este tipo de prácticas. Y ¿qué han decidido hacer nuestros gobernantes para impedir la demagogia de la «carcunda» católica en relación con la criminalización de las mujeres que se desembarazan de seres viables de cuatro, cinco, seis, siete u ocho meses? Nos acaban de anunciar una reforma de la ley del aborto. Cabe suponer que en la línea de su normalización.
Los gobernantes quieren eliminar el aspecto terrible de los cien mil embarazos anuales con la proclamación del aborto libre, la supresión de su excepcionalidad y la desaparición consiguiente de los sentimientos de culpa. Al eliminar el carácter punible, desaparece el aspecto penoso. Queda el hecho, pero se esfuma el escándalo. Nadie deberá justificar nada. Como nadie debe pedir disculpas por respirar.
Como vemos, para nuestros gobernantes y los celadores de la amoralidad colectiva los cien mil abortos anuales resultan desagradables no por su comisión sino por su consideración. Con la normalización de todo tipo de «interrupción voluntaria del embarazo» la sociedad no se sentirá concernida por los descubrimientos de fetos de siete meses en los basureros o por la existencia de trituradoras de seres humanos. En la nueva situación la hegemonía de la moral progresista situará las denuncias de los católicos en el campo de lo antidemocrático y vejatorio para la condición femenina.
¿A cuánto ascenderá la cifra anual de abortos cuando en esa nueva situación? (original de C. A. de los Ríos)